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3.8.05

Exaltación de Mr. Ed

Los recuerdos inducidos.
Nada, que cuando me pongo nostálgico se me vienen unos recuerdos de mi época de escolar allá en Liberia, entre calles llenas de polvo blanco, paseos en bicicleta por el pueblo con más caballos que carros, mejengas junto a compañeros que nunca temieron a los rayos que algunas tardes caían a destajo en las cercanías de la plaza de tierra de la Escuela Laboratorio, mientras yo esperaba la inminente explosión del próximo, temeroso en silencio, pero con más miedo al ridículo que supondría desertar del partido, dejar abandonado a mi equipo (el con camisa o el de los descamisados, dependiendo del que hubiera anotado el primer gol) que a esas fuerzas fulminantes, sobre las que tantas advertencias me había prodigado mi mamá.No sé si será por algunas inesperadas y extrañas coincidencias que hacen recrudecer periódicamente la nostalgia pero, en los últimos tiempos me he acordado mucho de Mr. Ed, aquel caballo blanco, que sin importarle su condición de cuadrúpedo no cesaba de hablar y hablar y hasta leía el periódico, sus ojos hípicos detrás de unos grandes lentes. En síntesis, Mr. Ed era, lo digo, por si alguien no lo recuerda, un caballo que hablaba.No sé si esta remembranza tan equina que en ocasiones me cae será más bien inducida por la influencia evocadora de algunos anuncios comerciales de las Agencias Publicitarias nacionales. No conozco el nombre de la agencia, ni mucho menos el del creativo, pero escuchando el anuncio de radio de la Importadora a la que se le debe tener fe, uno en el que el locutor dice algo así como: “Señora conoce Usted todo lo que hizo Albert Einstein, y todo eso sin una computadora, ahora imagínese lo que haría su hijo si tuviera una computadora de nuestra Importadora....”Ahora van a venir ustedes a decirme que semejantes perlas no están hechas para hacerlo a uno pasar acordándose a cada rato de Mr. Ed, el caballo que habla.