Antonio: Una novela más, por favor.
Desde hace tiempo tengo ganas de escribir un post sobre Martin Amis, uno de mis escritores favoritos, puesto en la tarea lo que me salió fue sobre Antonio Muñoz Molina, otro de mis autores preferidos.
Mi encuentro inicial con la literatura de Muñoz Molina fue un asunto de coincidencias. Allá en los inicios de la década de los noventas seguí con el interés ansioso que normalmente sólo se le prodiga a las telenovelas latinoamericanas una historia por entregas que apareció en la edición electrónica de El País de España, de un, entonces para mí, desconocido escritor español, en esa misma época ocurrieron algunos cambios en mi vida que desencadenaron –erráticamente y sin vuelta atrás, para bien o para mal- los aún más extraños procesos que finalmente culminaron con la escritura de mi primera novela “ Juegos infinitos”, allá a inicios de 1996. Fue una época de cosas raras, digo cosas raras porque todavía hoy no comprendo todo lo sucedido y porque tienen que ser cosas muy peculiares las que le sucedan a uno para que –sin estar para nada ligado al campo académico literario, como hasta ahora- alguien se decida emprender esa casi siempre absurda tarea de escribir historias falsas. Bueno, desde aquellla mi época germinal, he leído con mucha atención todas los libros que Muñoz Molina ha publicado. Desde la publicación en 1997 de su novela larga “Plenilunio” no ha vuelto el español a reincidir en este género de la novela densa y cicular, aclaro que en el 2000 se publicaron dos de sus novelas cortas: “Carlota Feinberg” y “ En ausencia de Blanca”, que fue la obra publicada en entregas estivales que yo había leído con asombrada curiosidad años antes, luego se publicó "Sefarad", una larga "historia de historias" como les gusta decir a las Editoriales, pero, insisto, no ha vuelto a presentarse con una de sus novelas largas, cargadas de saltos tempoespaciales y de ese lenguaje tan confesamente tributario del mejor Onetti, que al final terminan llevando al lector al mismo lugar del principio, pero con la diferencia de que no son los mismos personajes ni es el mismo lector los que llegan al punto de partida luego del “tour de force” que los ha transformado con la fina artesanía de los verdaderos Novelistas. Pues bien, pedir desde la sala que sirve de Biblioteca en este Faro - con estantes cubiertos de libros con lomos sabios y de cuero y desde donde es posible ver por la claraboya el mar en forma de óvalo, nublado y como detenido o muy parsimonioso en la lejanía- una pronta aparición de otra novela larga de Antonio Muñoz Molina es un gesto simbólico que, como les sucede a los agricultores que entre cánticos sentidos claman a San Isidro Labrador por el alivio de la lluvia, sirve más para calmar a quienes lo profieren que para que acontezca el favor invocado.
Nota de actualizacion:
refiere hoy sabado 02/09/2006 el suplemento Babelia de El Pais de Espana
sobre : "El viento de la Luna", la nueva novela de A.M.M. ver: http://www.elpais.es/articulo/semana/adolescente/Lun
Texto tomado de “Pura alegría” , libro de recopilación de ensayos y conferencias de Antonio Muñoz Molina, Editorial Alfaguara, España, 1998.
Cuando emprende sus primeras tentativas literarias, el novelista está convencido de que debe contarlo todo, describir las habitaciones, los muebles, los paisajes, todos los rasgos de los personajes y todos sus sentimientos. En eso se parece a los malos pintores, que lo llenan todo de pinceladas y detalles, y a los malos músicos que los llenan todo de notas. Su atención universal no ha aprendido aún a volverse selectiva, a elegir, entre todos los datos posibles, que según descubre con desaliento son ilimitados, aquellos, muy pocos, que le servirán no para describir lo el que él ha visto, sino lo que vera el lector.
Cervantes, sabiamente, pedía que se le alabara no por lo que escribía, sino por lo que dejaba de escribir, y esa verdad nunca es más cierta que en la caracterización física y moral del personaje.
El espacio en blanco es tan importante en las novelas como el vacío del lienzo en la pintura y el silencio en la música. Porque sabemos muy poco de los otros y la mirada no sirve si no es ejercicio de adivinación. Y porque si hay alguien que uno aprenda con el tiempo es que cuando escribe sólo está haciendo la mitad de un trabajo que ha de culminar y de cobrar vida en la imaginación del lector.
Como en la pintura, el juego de lo que se dice y de lo que se calla da a las palabras escritas una tercera dimensión espacial. Como los planos sonoros en la música, las palabras que dice el autor y las que permanecen ocultas en los espacios en blanco crean líneas simultáneas de significación que adquieren su única resonancia posible en la conciencia del lector. La elipsis es el gran aprendizaje de un novelista. Cuando yo escribía mi primera novela, mis mayores sufrimientos no me los daba nunca la narración de los hechos fundamentales, sino la de ciertos detalles engorrosos que era incapaz de resolver. Hacer que un personaje saliera de una habitación, por ejemplo, me costaba más sudores que si tuviera que sacarlo yo en brazos. Dedicaba páginas insufribles a subir las escaleras, a tomar café o a encender cigarrillos. Voy aprendiendo poco a poco que tan valioso como añadir es tachar: y me gustaría que alguna vez me sucediera lo que dice Lampedusa de Stendhal, que logró resumir una noche de amor en un punto y coma.
Mi encuentro inicial con la literatura de Muñoz Molina fue un asunto de coincidencias. Allá en los inicios de la década de los noventas seguí con el interés ansioso que normalmente sólo se le prodiga a las telenovelas latinoamericanas una historia por entregas que apareció en la edición electrónica de El País de España, de un, entonces para mí, desconocido escritor español, en esa misma época ocurrieron algunos cambios en mi vida que desencadenaron –erráticamente y sin vuelta atrás, para bien o para mal- los aún más extraños procesos que finalmente culminaron con la escritura de mi primera novela “ Juegos infinitos”, allá a inicios de 1996. Fue una época de cosas raras, digo cosas raras porque todavía hoy no comprendo todo lo sucedido y porque tienen que ser cosas muy peculiares las que le sucedan a uno para que –sin estar para nada ligado al campo académico literario, como hasta ahora- alguien se decida emprender esa casi siempre absurda tarea de escribir historias falsas. Bueno, desde aquellla mi época germinal, he leído con mucha atención todas los libros que Muñoz Molina ha publicado. Desde la publicación en 1997 de su novela larga “Plenilunio” no ha vuelto el español a reincidir en este género de la novela densa y cicular, aclaro que en el 2000 se publicaron dos de sus novelas cortas: “Carlota Feinberg” y “ En ausencia de Blanca”, que fue la obra publicada en entregas estivales que yo había leído con asombrada curiosidad años antes, luego se publicó "Sefarad", una larga "historia de historias" como les gusta decir a las Editoriales, pero, insisto, no ha vuelto a presentarse con una de sus novelas largas, cargadas de saltos tempoespaciales y de ese lenguaje tan confesamente tributario del mejor Onetti, que al final terminan llevando al lector al mismo lugar del principio, pero con la diferencia de que no son los mismos personajes ni es el mismo lector los que llegan al punto de partida luego del “tour de force” que los ha transformado con la fina artesanía de los verdaderos Novelistas. Pues bien, pedir desde la sala que sirve de Biblioteca en este Faro - con estantes cubiertos de libros con lomos sabios y de cuero y desde donde es posible ver por la claraboya el mar en forma de óvalo, nublado y como detenido o muy parsimonioso en la lejanía- una pronta aparición de otra novela larga de Antonio Muñoz Molina es un gesto simbólico que, como les sucede a los agricultores que entre cánticos sentidos claman a San Isidro Labrador por el alivio de la lluvia, sirve más para calmar a quienes lo profieren que para que acontezca el favor invocado.
Nota de actualizacion:
refiere hoy sabado 02/09/2006 el suplemento Babelia de El Pais de Espana
sobre : "El viento de la Luna", la nueva novela de A.M.M. ver: http://www.elpais.es/articulo/semana/adolescente/Lun
Texto tomado de “Pura alegría” , libro de recopilación de ensayos y conferencias de Antonio Muñoz Molina, Editorial Alfaguara, España, 1998.
Cuando emprende sus primeras tentativas literarias, el novelista está convencido de que debe contarlo todo, describir las habitaciones, los muebles, los paisajes, todos los rasgos de los personajes y todos sus sentimientos. En eso se parece a los malos pintores, que lo llenan todo de pinceladas y detalles, y a los malos músicos que los llenan todo de notas. Su atención universal no ha aprendido aún a volverse selectiva, a elegir, entre todos los datos posibles, que según descubre con desaliento son ilimitados, aquellos, muy pocos, que le servirán no para describir lo el que él ha visto, sino lo que vera el lector.
Cervantes, sabiamente, pedía que se le alabara no por lo que escribía, sino por lo que dejaba de escribir, y esa verdad nunca es más cierta que en la caracterización física y moral del personaje.
El espacio en blanco es tan importante en las novelas como el vacío del lienzo en la pintura y el silencio en la música. Porque sabemos muy poco de los otros y la mirada no sirve si no es ejercicio de adivinación. Y porque si hay alguien que uno aprenda con el tiempo es que cuando escribe sólo está haciendo la mitad de un trabajo que ha de culminar y de cobrar vida en la imaginación del lector.
Como en la pintura, el juego de lo que se dice y de lo que se calla da a las palabras escritas una tercera dimensión espacial. Como los planos sonoros en la música, las palabras que dice el autor y las que permanecen ocultas en los espacios en blanco crean líneas simultáneas de significación que adquieren su única resonancia posible en la conciencia del lector. La elipsis es el gran aprendizaje de un novelista. Cuando yo escribía mi primera novela, mis mayores sufrimientos no me los daba nunca la narración de los hechos fundamentales, sino la de ciertos detalles engorrosos que era incapaz de resolver. Hacer que un personaje saliera de una habitación, por ejemplo, me costaba más sudores que si tuviera que sacarlo yo en brazos. Dedicaba páginas insufribles a subir las escaleras, a tomar café o a encender cigarrillos. Voy aprendiendo poco a poco que tan valioso como añadir es tachar: y me gustaría que alguna vez me sucediera lo que dice Lampedusa de Stendhal, que logró resumir una noche de amor en un punto y coma.
11 Comments:
Hola Heriberto.
Gracias por tus palabras,tu presencia,como la del resto,es el mejor estímulo para dedicar una parte de mi tiempo a esta nueva forma de expresión,el blog.
Debo admitir,que no he seguido la obra de A.Muñoz Molina,aunque he leido varios de sus artículos publicados en El País.
Pero estoy interesado en un libro suyo,"Ventanas de Manhattan" obra que ve la luz,tras su estancia en New York como director del Instituto Cervantes.
Siento curiosidad por saber cual es su visión,sus sensaciones,acerca de la Big Apple.Saludos
Hola Mart, bienvenido por aquí.
Sobre Muñoz Molina me atrevo a recomendarte,si te interesan las novelas, sobre todo sus primeras obras: "El jinete polaco", "El Invierno en Lisboa", "Beatus Ille". En "Las ventanas de Nueva York" que es un libro de crónicas, deja plasmada su fascinación por la gran manzana y es muy ameno. Saludos y felicidades por tu blog que seguiré visitando.
A mi también me gusta Antonio M.M. He leído dos libros.
...y de qué se trata tu novela que mencionas?
Un abrazo
Hola Clarice, siempre bienvenida. Me es muy dificil definir mi primera novela "Juegos Infinitos", y lo digo en serio, te podria decir, haciendo un esuerzo, que es una historia de "coming of age" con un desfasaje hacia lo fantastico, en un viaje de perdida de la inocencia y de descubrimiento de la amplitud del mundo; tuvo la suerte de ser premiada con el premio Joven Creacion de La Editorial Costa Rica que en este pais te impone una marca para el resto de la trayectoria.
Saludos y lo mejor para vos.
Me han hablado muy bien de Sefarad, dicen que te emocionas, ríes, lloras y sobre todo te sientes solidario con los que sufren.
Saludos.
Hola Salon de Sol, si en Sefarad se trata con mucha elocuencia el tema de la explotacion, de la persecucion
Yo sigo extranando, sin embargo, la trama unificadora y redonda de las primeras novelas de Munoz Molina.
Muchos saludos desde la tropical Costa Rica.
Conocimos a Muñoz Molina en Almería - mi amigo Juan Herrezuelo y yo - cuando acaba de sacar "El invierno en Lisboa", le hicimos una entrevista para un programa de radio que íntegramente le dedicamos. Pasó el tiempo y mi amigo le admira más que entonces y yo menos. Ojalá tuviera esos deseos, como tú, de leer algo nuevo de MMolina, pero los recuerdos nadie podrá cambiármelos: un día comiendo con él en Granada, por ejemplo, y nuestros deseos de ser escritores y tener algo de su talento.
Vengo siguiendo el Faro desde el Salón del Sol... es mi primer visita, sigo leyendo y luego comento.
Un abrazo desde Buenos Aires.
MentesSuetas
Francisco: tu comentario testimonial enriquece el sentido del "blog".
Segun he leido A.M.M. no es el escritor mas afable, quizas a resultas de la recepcion un poco menos que cordial que parte del "establishment" literario espanol le prodigo cuando salio su primera novela.
De nuevo gracias por pasar por aca y compartir tus experiencias, siempre bienvenido Francisco
Hola mentes sueltas , siempre bienvenido por aqui, tu casa. Nos leemos.
Saludos desde la tropical Costa Rica.
Lo mejor para vos.
Nota de actualizacion:
refiere hoy sabado 02/09/2006 el suplemento Babelia de El Pais de Espana
sobre : "El viento de la Luna", la nueva novela de A.M.M. ver: http://www.elpais.es/articulo/semana/adolescente/Luna/elpbabsem/20060902elpbabese_5/Tes/
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