Ricardo Martin es de verdad
Asiste Ricardo Martin junto con otras personas a la fiesta de cumpleaños de su amigo Ernesto Sábato, la velada transcurre sin mayores novedades, era un encuentro entre amigos conversando sobre lo que más les apasiona: la literatura. Todo sin mayor novedad excepto por la poca ortodoxia del lugar donde la reunión transcurre: la página 447 de “Abaddón, el exterminador”, la novela ya clásica de Ernesto Sábato.
Ricardo Martin es, sin embargo, real; para más señas desde hace más de veinte años habita en esa ciudad, sólo un poco menos ficticia que las que se pueden encontrar en la literatura o en un duermevela febril de Escher, que es por ratos San José. Saca Ricardo del pozo de su talento, de su contacto y aprendizaje con Sábato en su natal Argentina, el agua para darle a los sedientos por aprender técnicas para contar historias de una manera literaria. En su Taller de Técnicas Narrativas, con mucha alegría enseña a quien quiera aprender recursos para contar las historias que de la caja negra interior de cada uno puedan salir. Ricardo profiere los talleres en distintas días y lugares de la capital costarricense (tanto al este como al oeste de la ciudad), para mayores informes pueden llamarlo al teléfono 296-2047 , y al inscribirse si le dicen que lo vieron en “Abaddón” les regala un siempre muy útil borrador de tinta de lapicero.“Los cuentos que me mandáste los encuentro muy borgeanos, supongo que estarás pasando por una crisis existencial”, le dice Sábato con esa legendaria franqueza que se le atribuye, en una carta de hace un tiempo. El cuento que transcribo a continuación puede servir para juzgar (por aproximación borgeana) si Ricardo está atravesando por alguna crisis como en su momento le indicó su amigo Ernesto Sábato.
De su libro de próxima aparición: “El día que me leás”.
Iban ensangrentados por el campo.
Iban por el campo ensangrentado. Cinco de la mañana. Iban ensangrentados por el campo.Tres eran.
-¿Usted mató al coronel?
-No mucho. El otro callaba. El primero tenía bigotes, el segundo tenía hambre, el tercero tenía silencio. Bigotes, a Hambre:-¿ Por qué calla ése? Hambre, a Silencio:- Sí ¿por qué calla usted? Silencio se puso el índice sobre los labios ¡Shh! Y se arrojó cuerpo a tierra. ¡Cállense!Los pajaritos habían dejado de piar, habían dejado los árboles, habían dejado presagios.Las bombas llegaron. Hambre en trocitos, Bigotes en trocitos, Silencio en trocitos.En otro lugar acaso etéreo, Silencio -muy fastidiado- le pide al Señor de las Llaves y la Barba una entrevista urgente con Dios. San Pedro mira para otro lado:- No está.
Ricardo Martin es, sin embargo, real; para más señas desde hace más de veinte años habita en esa ciudad, sólo un poco menos ficticia que las que se pueden encontrar en la literatura o en un duermevela febril de Escher, que es por ratos San José. Saca Ricardo del pozo de su talento, de su contacto y aprendizaje con Sábato en su natal Argentina, el agua para darle a los sedientos por aprender técnicas para contar historias de una manera literaria. En su Taller de Técnicas Narrativas, con mucha alegría enseña a quien quiera aprender recursos para contar las historias que de la caja negra interior de cada uno puedan salir. Ricardo profiere los talleres en distintas días y lugares de la capital costarricense (tanto al este como al oeste de la ciudad), para mayores informes pueden llamarlo al teléfono 296-2047 , y al inscribirse si le dicen que lo vieron en “Abaddón” les regala un siempre muy útil borrador de tinta de lapicero.“Los cuentos que me mandáste los encuentro muy borgeanos, supongo que estarás pasando por una crisis existencial”, le dice Sábato con esa legendaria franqueza que se le atribuye, en una carta de hace un tiempo. El cuento que transcribo a continuación puede servir para juzgar (por aproximación borgeana) si Ricardo está atravesando por alguna crisis como en su momento le indicó su amigo Ernesto Sábato.
De su libro de próxima aparición: “El día que me leás”.
Iban ensangrentados por el campo.
Iban por el campo ensangrentado. Cinco de la mañana. Iban ensangrentados por el campo.Tres eran.
-¿Usted mató al coronel?
-No mucho. El otro callaba. El primero tenía bigotes, el segundo tenía hambre, el tercero tenía silencio. Bigotes, a Hambre:-¿ Por qué calla ése? Hambre, a Silencio:- Sí ¿por qué calla usted? Silencio se puso el índice sobre los labios ¡Shh! Y se arrojó cuerpo a tierra. ¡Cállense!Los pajaritos habían dejado de piar, habían dejado los árboles, habían dejado presagios.Las bombas llegaron. Hambre en trocitos, Bigotes en trocitos, Silencio en trocitos.En otro lugar acaso etéreo, Silencio -muy fastidiado- le pide al Señor de las Llaves y la Barba una entrevista urgente con Dios. San Pedro mira para otro lado:- No está.
14 Comments:
Heriberto siempre estamos pasando por una "crisis existencial" y Marin lo estará, pero (ignorante que soy), al que no veo por ningún lado es a Borges o ¿sí? S. O. S.
Xoxen
Heriberto...gracias por tu visita a mi blog, vengo a saludarte,y decirte que quedo gratamente impresionada por lo bien que escribes. Felicitaciones, seguiré viniendo.
Un abrazo.
Hace mucho, leí El tùnel.
Le comento a Francisco que empiezo a sentir una enorme verguenza por tanto libro que me presentan y que no he leído.
Nunca es tarde.
Abrazo
Xoxen: siempre bienvenido, me parece que cada quien saque sus propias ideas.
Un saludo.
Hola Danielha, siempre bienvenida, gracias por tu comentario y tu visita, nos leemos.
Hola Clarice, siempre bienvenida.
Nos leemos.
Ummmmmmm, releo de nuevo...
Una inventiva visual y profunda impresionante.
Me gustó ese humor ácido,esa ironía que desprende el texto.
Excelnte trabajo, profundo y contundente.
Dejo un abrazo.
MentesSueltas
¿Porque sera que siempre le hechamos las culpas de nuestros propios errores a Dios?
Si realmente no existiera Dios tendriamos que asumir que el no consiente el mal, lo consentimos nosotos.
Hola Marga: siempre bienvenida.Un abrazo.
Hola Francisco: se reciben con aprecio tus conceptos.
Hola Mart: siempre bienvenido, nos leemos.
Hola Mentes sueltas: gracias por tus conceptos y por pasar , nos leemos.
Mahaya: Entonces tendríamos que asumir nuestra propia libertad y eso da mucho miedo.
Saludos y nos leemos.
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