En esta ciudad sin soportales

Republicación solicitada por una inmensa minoría de lectores.

Are you funny?

A là self deprecating?


De una canción de Alanis Morissette.
(no recuerdo cuál)


En esta ciudad sin soportales perfilados, ni calles empedradas, pero con prostitutas amables y perros insolentes, con callejones perniciosos y encrucijadas atentas que piden perdón por desorientar a los transeúntes, en esta misma ciudad no han salido hoy los "chaplinos", ni los “bichicomes”, ni para el caso tampoco los “clochards”, ni el loco “Chayan” que canta en los buses. Sólo veo a la mujer que antes de los treinta ya se ha quedado viuda de cirrosis, a la mujer soltera que está malcasada, y a la enfermera que sube la temperatura, que no se llama Cora, ni señorita. Yo no soy el mandamás que manda más, ahora soy el agua en la canasta, el fondo del barril sin fondo, el mismo que está sentado a la derecha del cero, el astrolabio con estrabismo y agorafobia. Nadie ha visto a A.V. caminar por el sendero de las bicicletas con rumbo al parquecito o a sus clases de aerobics en la sala adornada con su gigantesca foto (en un gran bikini negro, grande por lo pequeño, digo). Sólo yo que cuando la veo casi me la invento. Su contorno insular en la distancia que se anula al caminar, su rostro que es una golosa confabulación del ADN, toda ella: Una prueba más de que Dios existe y es hombre. Pero A.V. no me ve, porque no sabe quién soy yo. No recuerda que jugó con mi perro, que anduvo en mi bicicleta, que me escuchó hablarle de un anuncio con su rostro que no era el suyo en una campaña publicitaria en España (y que como prueba le prometí, dos o tres veces, entregarle la página, ahora muy arrugada, de El País); nada de eso ha logrado dibujarle mi contorno en su mente. Entonces, el que no existe soy yo.