El teléfono y la corrupción
El escándalo en el calcio italiano fue destapado gracias a la valentía del Fiscal Anticorrupción, quien, por supuesto, recurrió a las intervenciones telefónicas. No me canso de señalar las virtudes de este elemento para poner al descubierto la corrupción deportiva que de otra manera hubiera pasado a la historia sólo como meras sospechas, o como berrinches de malos perdedores, quizá, pero que, ahora, gracias a las intervenciones telefónicas, ha salido a la luz con toda su corrupta verdad. Así, las polémicas equivocaciones de los árbitros en beneficio del mismo equipo han encontrado una explicación.
La historia es aleccionadoramente simple: un elemento cuestionado, Luciano Moggi, actuando como esbirro de los multimillonarios dueños de un club de fútbol, en este caso el Juventus, propiedad de la familia más rica de Italia: los Agnelli, compró los servicios de árbitros, directivos, policías y hasta periodistas, para beneficio de los resultados deportivos de su equipo de fútbol. El “Sistema Moggi”, como lo llama la policía italiana, era poderosamente simple: se aseguraba con generosos sobornos que alguno de los nueve árbitros que estaban a su servicio, (incluyendo a Massimo De Sanctis, ahora expulsado de la próxima Copa Mundial) le fueran asignados a los partidos de la Juventus, ahí en los partidos los árbitros se encargarían de no señalar penales, de no expulsar jugadores, de anular los goles del equipo rival, de permitir el juego fuerte, de atenuar los ataques de los rivales pitando off-sides inexistentes, de permitir el fuera de juego de los propios. Si alguien notaba algo extraño era prontamente callado, incluso muchas personas ni siquiera se atrevían a protestar por los curiosos fallos de los árbitros que siempre se “equivocaban” a favor de los mismos, reitero: siempre a favor de los mismos; en este caso el equipo del multimillonario Agnelli. Moggi y sus secuaces se aseguraban de que no fuera “rentable” levantar sospechas sobre los curiosos “errores”, al fin de cuentas “todos somos humanos”, se apresuraban a justificarlo los que estaban bajo arancel y los que eran enceguecidos con la normal miopía del fanatismo. En una de las llamadas grabadas se escucha al infausto Moggi pidiendo a sus patronos un auto Maseratti para “alguien muy importante”. Como parte del “sistema”, los mismos nueve árbitros se encargaban de “suavizar” a los futuros rivales de la Juventus: con sospechosa regularidad el mejor jugador del equipo contrario era expulsado justamente en el partido previo. ¿Qué hubiera pasado si los árbitros comprados hubieran sido menos y no los nueve que estaban en la planilla del equipo del millonario? Pues que en partidos decisivos hubieran tenido que nombrar a los mismos árbitros de forma seguida, es decir que los mismos árbitros pitaran al mismo equipo un domingo y luego un miércoles en instancias finales, lo que en cualquier parte del mundo -menos en Costa Rica- hubiera levantado las sospechas de todos, incluyendo, por supuesto, las perspicacias y las críticas de la prensa libre de cualquier país del mundo –excepto, reitero, de Costa Rica-. Luego, si en el cumplimiento de su deber con el equipo del millonario, este árbitro nombrado de manera consecutiva, actuara para asegurarse que el equipo de su patrono ganara el campeonato, sin importarle cuán descarado fuera su "intervención", sería mucho más difícil justificarlo. Así sería en cualquier país del mundo. Excepto en Costa Rica.
Juventus escándalo futbol calcio Luciano Moggi
Publicado también aquí sobre este tema :
http://www.heribertorodriguez.blogspot.com/ 2006/05/la-transparencia-y-el-telfono.html
La historia es aleccionadoramente simple: un elemento cuestionado, Luciano Moggi, actuando como esbirro de los multimillonarios dueños de un club de fútbol, en este caso el Juventus, propiedad de la familia más rica de Italia: los Agnelli, compró los servicios de árbitros, directivos, policías y hasta periodistas, para beneficio de los resultados deportivos de su equipo de fútbol. El “Sistema Moggi”, como lo llama la policía italiana, era poderosamente simple: se aseguraba con generosos sobornos que alguno de los nueve árbitros que estaban a su servicio, (incluyendo a Massimo De Sanctis, ahora expulsado de la próxima Copa Mundial) le fueran asignados a los partidos de la Juventus, ahí en los partidos los árbitros se encargarían de no señalar penales, de no expulsar jugadores, de anular los goles del equipo rival, de permitir el juego fuerte, de atenuar los ataques de los rivales pitando off-sides inexistentes, de permitir el fuera de juego de los propios. Si alguien notaba algo extraño era prontamente callado, incluso muchas personas ni siquiera se atrevían a protestar por los curiosos fallos de los árbitros que siempre se “equivocaban” a favor de los mismos, reitero: siempre a favor de los mismos; en este caso el equipo del multimillonario Agnelli. Moggi y sus secuaces se aseguraban de que no fuera “rentable” levantar sospechas sobre los curiosos “errores”, al fin de cuentas “todos somos humanos”, se apresuraban a justificarlo los que estaban bajo arancel y los que eran enceguecidos con la normal miopía del fanatismo. En una de las llamadas grabadas se escucha al infausto Moggi pidiendo a sus patronos un auto Maseratti para “alguien muy importante”. Como parte del “sistema”, los mismos nueve árbitros se encargaban de “suavizar” a los futuros rivales de la Juventus: con sospechosa regularidad el mejor jugador del equipo contrario era expulsado justamente en el partido previo. ¿Qué hubiera pasado si los árbitros comprados hubieran sido menos y no los nueve que estaban en la planilla del equipo del millonario? Pues que en partidos decisivos hubieran tenido que nombrar a los mismos árbitros de forma seguida, es decir que los mismos árbitros pitaran al mismo equipo un domingo y luego un miércoles en instancias finales, lo que en cualquier parte del mundo -menos en Costa Rica- hubiera levantado las sospechas de todos, incluyendo, por supuesto, las perspicacias y las críticas de la prensa libre de cualquier país del mundo –excepto, reitero, de Costa Rica-. Luego, si en el cumplimiento de su deber con el equipo del millonario, este árbitro nombrado de manera consecutiva, actuara para asegurarse que el equipo de su patrono ganara el campeonato, sin importarle cuán descarado fuera su "intervención", sería mucho más difícil justificarlo. Así sería en cualquier país del mundo. Excepto en Costa Rica.
Juventus escándalo futbol calcio Luciano Moggi
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