Un vendedor de frases argentino.
Eduardo Mazo se gana la vida vendiendo frases en las ramblas barcelonesas.
Hay una orilla en Las Ramblas de Barcelona que es territorio liberado de un enorme ejército de “artistas alternativos”, que es la forma políticamente correcta de llamar a los saltimbamquis, maromeros, mimos, personificadores de Marilyn Monroe y El Ché, guitarristas, adiestradores de perros, encantadores de lagartijas, que se ubican de ese lado del paseo. Ahí, conforme van llegando se instalan actores y actrices desempleados o afectos a la vida informal, okupas, renegados de la vida capitalista y de la tiranía maligna de los días laborales, hippies reciclados y jovenes bien que renunciaron a su patrimonio y a la querencia por la higiene, para procurar ganarse la vida, una moneda a la vez, mostrando sus artes, sus dotes o su inmovilidad disfrazada a los transeúntes, conminándolos con la silente voz de su “performance” a que estiren el brazo, busquen con las yemas de los dedos en su bolsa y se desprendan de esos centavos que más tarde marcarán la diferencia en el puchero de la pensión.
La competencia por el patrocinio de los peatones es feroz, cada uno de estos “artistas alternativos” debe tratar de sobresalir en ese circo sin carpa para llamar la atención y que las monedas hagan tin tin en el sombrero que luego usarán complementando la vestimenta, de regreso a lo que llamen casa. Por ahí caminaba yo el verano pasado, absorto en las quedas habilidades de una mima de unos veinticinco años, su piel morena cubierta por un disfraz como de la Marianne de la Revolución Francesa ( o era quizás una referencia algo más contemporánea, muy arcana para mí), de pie, detenida sobre un improvisado pedestal, su traje estrambótico de gasa o manta india y su cuerpo inmovilizado, dejaban ver libremente las facciones de su rostro: afiladas, los pómulos adelantados, sus ojos en la quietud de su acto público parecían dulces, pero con una cierta dureza; la vida en la calle, pensé, las tareas de la facultad de teatro quise pensar, asignándole con solidaridad un presente más benigno, pero, me temo, menos probable (es verano las Universidades están de vacaciones) .
En esas inocentes tareas de contemplación me encontraba cuando tropecé con el pequeño puesto de Eduardo Mazo, era una pequeña mesa plegable de madera, un poco más grande de las que utilizan aquí los vendedores de lotería, rodeada de mantas con frases impresas:
El infarto y el cáncer están matando más gente que la muerte.
La televisión no idiotiza a la gente / sólo lo confirma.
Sobre la mesa tenía un montón de pequeños libros y una bandera albiceleste, Mazo se ganaba la vida con las palabras, acomodándolas, mezclándolas, creando frases, aforismos, que recolectaba en libritos mimeografiados para la venta a los peatones de las Ramblas.
-¿Conoce a Usted a Facundo Cabral? -le digo haciendo una relación de sus frases impresas en las mantas y por hacerme el simpático.
- El payaso Florentino, -responde muy digno
-¿Cómo es eso?
-Sí, así se llamaba ese tipo cuando yo lo conocí, ahora que se vendió al capital no sé qué nombre llevará.
-¿Facundo Cabral vendido al capital?
-Mire, para iniciar con mi obra yo le recomendaría éste, -me dice interrumpiendo cualquier intento de conversación (en este mercado de lo que se trata es de vender).
-¿Puedo verlos?- le pregunté mientras miraba ya las portadas de distintos colores de los libritos.
-Para comenzar el ideal es el blanco, -volvió a insistir con esa altivez tan apegada al estereotipo que delataba su acento.
Sin hablar más le pagué los 6 euros que con cara de oferta pidió por el librito blanco. Volví a ver una vez más a la “Marianne” trigueña, iba a dejarle algo en su sombrero de la comida del día (amarillo con una margarita café al frente), pero, ya le había dado todas las monedas a Eduardo Mazo.
Algunos “epigramas” de Eduardo Mazo, el argentino vendedor callejero de frases
Del libro blanco (“el mejor para empezar con mi obra”) : “Autorizado a vivir”
Hay gente que no puede vivir con el televisor apagado
Me ha ordenado el psiquiátra / que te diga / que soy muy feliz al saber que estás enamorada de otro
Solo digo “si” / cuando no debo decir “tal vez”
Recuerdo / que después de haber hecho el amor por última vez / tuvimos muchas relaciones sexuales
Te quise tanto, / tanto, / que me cansó el esfuerzo
A la próxima mujer que ame / le hablaré de ti, / pero la engañaré con otra
Si hubieras estado en Hiroshima/el seis de agosto del cuarenta y cinco,/ solo yo, ahora,/me acercaría a ti
Te quiero / ¡pero es la última vez !
La inexistencia de la conciencia / provoca la ética
Te quiero tanto / que es poco
Los “nuevos ricos” son simplemente ex pobres
Hay gente tan estúpida que no lo sabe
Todos morimos: ricos y pobres, pero los pobres ensayamos más
La muerte es gratis
Los chinos inventaron la pólvora para producir el Big Bang que dio origen al Universo
Te dedicaré mi olvido
Hay mujeres tan reprimidas/ que tienen el orgasmo/ al día siguiente de haber hecho el amor
Dentro de sesenta millones de años yo también quiero ser petróleo
Ya no es necesario que regreses; te amo
Hasta con tu mejor vestido me gustabas desnuda
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