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8.9.09

La novela de anoche.

La Brigitte Bardot de los sesentas: primer choice para el papel de la protagonista de la novela que hice ayer.

Anoche hice una novela: la historia de Jeanne, una mujer de pelo negro y largo. Ella fue una de las ‘caskets girls” o "chicas del féretro" (se les decía así por el baúl de madera en donde cargaban todas sus pertenencias terrenales) que fueron enviadas por Luis XV de Francia a la Luisiana para casarse por encargo con alguno de los colonos franceses en el nuevo mundo.
La novela es contada desde la perspectiva huidiza de la dama que deja todo atrás en su patria (qué les parece un pasado de niña bien despojada luego por la malvada madrastra a la muerte del padre) para alistarse como una de estas esposas por encomienda enviadas al nuevo continente a inicios del siglo 18. Después de presentados nuestra protagonista y el afortunado colono que la recibirá como su esposa de catálogo, es cuestión de incluirle giros diversos a la trama, qué sé yo algún trampero británico cazador de pieles que le recite a ella “Romeo y Julieta” con acento veronés y no “cockney”, alguna nativa de buenas caderas y trencitas que le quiera enseñar cosmología comanche a él, o quizás hasta algún vaquero americano que se vuelva muy cercano al colono francés (este último punto está muy original, apuesto a que no lo han visto en ningún otro lugar, parece cosa de película), en fín, le ponemos un poco de esto, un poco de aquello et voilá: una novela. Tendría además la gran ventaja de ser de carácter histórico como ahora lo demandan los agentes y las editoriales de ultramar. Y si encima insisten en que para que sea de un escritor latinoamericano debe llevar realismo mágico, qué carajo: le ponemos realismo mágico, le ponemos a unas mujeres volando por los cielos impulsadas por sus trenzas que se mueven como hélices, -ven a G.G.M. nunca se le ocurrió eso, a la Allende por consiguiente tampoco-, o ríos que se devuelven de su curso o figuras míticas como la Tulevieja o la Bruja de Aserrí vagando entre cocodrilos por los pantanos en busca de algún restaurante decente de comida cajun o quejándose de la usual indigestión que resulta de cenar en las fondas de la región- sus estómagos no acostumbrados aún a los rigores de la naciente cocina cajun-. Hasta se podría hacer girar la trama para que se encuentren siguiendo los pasos de algún antiguo predicador bíblico con acento puertorriqueño sobrepuesto al arameo y que luego fundaría los Alcohólicos Anónimos o el Women’s Club de Nueva Orleans o la franquicia del “Bodegón de Cristo, diezmos con descuentos”, basándose en un código secreto rescatado de los Jardines Colgantes de Babilonia, pero, en ese momento, los tipos malos (no pueden faltar los antagonistas, no señor) no lo dejan y algún sicario albino trata de destruirlas para que la sociedad secreta que también se ha venido robando los premios del bingo de la Cruz Roja de la aldea no sea descubierta. Ven algo así bien ecléctico, y hasta podemos poner algún código a resolver seguiendo los resultados del sudoku publicado en los últimos cincuenta años en el "Tumbuktu Times" y cuya respuesta final aparecerá impresos en alguno de los misteriosos “crop circles” o “círculos inexplicables” que aparecían cada mañana luego de la luna nueva en los campos de algodón llenos de libidinosos esclavos de Dahomey. Luego, semejante novela histórica, realista mágica y esotérica con código secreto incluido, podría ser una película, en dicho caso propongo para el papel de la novia a Brigitte Bardot, pero eso sí la de los sesentas, podemos modernizarle el corte de pelo o , mejor aún podemos poner de moda ese peinado de hace sólo cuarenta años. Si la Bardot de esa época por algún motivo no se encontrara disponible,(hay que ser claros para conseguir la participación de los cocodrilos habrá que utilizar unos cuantos perros gordos como aperitivos y quizás eso no le guste a la diva francesa, siempre tan protectora de los animales), pero, tampoco es que haya problema, listo le damos el papel a Aitana Sánchez-Gijón (o a Monica Belucci). Yo hasta aceptaría gustoso el trabajo de guionista para afinar el “screenplay” (incluso hasta haría un descuento en mi muy onerosa tarifa dictada por mis “peers” del sindicato de guionistas de Hollywood) con tal de que el director me deje a mí el “final cut”, es decir la decisión final, por lo menos sobre las larguísimas escenas de la protagonista bañándose au naturel en el río vistas desde el punto de vista de un lagarto que luego decide no comérsela porque se enamora perdidamente de ella (al final hasta llora de tristeza el pobre animalito), por supuesto, con todos los muchos (muchísimos) frontales en primer plano que la intensidad del guión demanda.Ven que fácil es hacer una novela, no me explico como Corin Tellado ha hecho tan pocas. Ya la novela quedó lista anoche, ahora sólo es cuestión de escribirla.


Republicación solicitada por una inmensa minoría de lectores.

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