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28.10.08

La incomunicación eterna.

" Las malas películas no tratan sobre ninguna idea, las películas mediocres tratan sobre muchas ideas, las buenas películas tratan sobre una sola idea"
Sabiduría convencional de la industria del Cine (que es una mejor forma de decir que no me acuerdo donde lo leí).


El mito de la torre de Babel, ese drama perfectamente aristotélico en su narración, que desde siempre ha sido el resumen humano de la incomunicación, está, según algunos estudiosos, asociado con la pérdida, ocurrida en algún punto en la prehistoria de los homínidos o sus antecesores, de la capacidad de comunicarse entre sí sin hacer ningún ruido como lo hacen aún muchas especies de animales. En la evolución toda pérdida es más bien un intercambio, así que esta forma de comunicarse con sus interpares fue “sacrificada” en aras de una nueva forma de comunicación que supuso la utilización de ruidos de diversa índole y que finalmente devino en la verbalización de la manera como lo hacen los homo sapiens sapiens modernos. Pero, ese periodo de transición, ese apagón paulatino y temporal de las posibilidades de comunicación que se prolongó mientras se adquirían las nuevas y más sonoras destrezas, ha dejado un trauma impreso en el inconsciente colectivo.
“Babel”, la película dirigida por el mexicano Alejandro González Iñárritu y escrita por su compatriota Guillermo Arriaga, explora con inusual destreza ese trauma primal de no ser comprendido, ese “angst”, anclado posiblemente en la parte más reptiliano del cerebro basal, que es causado por el sufrimiento que trae percatarse que los propios esfuerzos de comunicación no son propiamente descodificados por los otros miembros de la especie, es decir, que te hablo porque te necesito y no me entendés y vuelvo a hablarte y seguís sin entenderme; llamo al número de emergencias, porque en estos momentos estoy sufriendo una y la persona que me escucha y que habla con mi propio código no me entiende ni es capaz, entonces, de enviar la ambulancia a mi dirección. Esa asfixiante brecha en la comunicación que parece condenar a una sobrecogedora soledad que el ahora individuo no cree ser capaz de sobrevivir, de la misma manera que el lejanísimo antepasado animal no creía ser capaz de defenderse de las emboscadas de los depredadores, en ese momento en que se había nublado su capacidad para recibir las oportunas alertas silenciosas o de alertar al resto del paquete sin hacer un solo ruido.

Desde el título la idea del dúo Iñárritu-Arriaga está claramente planteada: “Babel” es una aguda referencia alegórica a la incomunicación y a la desesperada dolencia que ésta causa. Y a esto le dedica, disciplinada y entretenidamente, la película, con espacio sólo para unas pocas digresiones.

En el plano formal, la obra transcurre solventemente dramática, el lenguaje audiovisual -como decisión del director- crea y recrea la tensión con su talento natural de contador de cuentos. Aunque las tres historias paralelas del filme no se prestan para el recato selectivo, el director muestra la contención propia de los creadores maduros, alguno con menos capacidad de autocontrol quizás hubiera caído en la deliciosa tentación de agregar más elementos (integradores o digresivos) entre una historia y otra, alguno que otro fuego fatuo que un regisseur con menos madurez o capacidad de contenerse quizás si hubiera incluido. (Qué atrevimiento, creo que yo mismo hubiera incluido algunas referencias ocultas que ligaran a un sitio con otro: un cartel en dos paredes lejanas entre sí, quizás un leit-motiff solo para mi vanidad, pero, no me hagan caso el candidato al Oscar es Iñárritu). Sin embargo, esta madurez narrativa no hace a Iñarritu ni al director de fotografía Rodrigo Prieto renunciar a incurrir en el tan contemporáneo vértigo de la cámara “nerviosa” (en ocasiones parece como un camarógrafo de MTV con tres Red Bulls de más), a los contrapicados a toda velocidad, a los encuadres un poco menos que cuadrados. (La última escena en la que la cámara se aparta rauda del balcón del rascacielo es un dechado técnico que me gustaría saber cómo fue lograda).

La película pasa fluida y aferrada casi heroicamente en el empeño de tratar esa sola idea de la incomunicación entre seres humanos -que no han superado aún y que no lo harán en los próximos cien mil años en los que la capacidad cúbica de su masa cerebral crecerá el tamaño de una cucharadita-, en enseñar con tensión la vigencia de ese trauma ancestral, por siempre tributario de aquella primera caída de la comunicación, aquella imborrable Babel primigenia que nos sigue provocando pesadillas en las que estamos incomunicados en un desierto fronterizo, en una urbe despersonalizada o en las cuevas de los montes Atlas, incomunicados aunque estemos rodeados de muchas personas que hablan el mismo idioma.


No se pierdan la película.

6.10.08

Telegrama enviado

Señores Academia sueca stop Reitero mis sugerencias stop Terna (de cuatro) que incluye a un estadounidense, nacionalidad que ya fue descartada para el Premio de este año por un distinguido miembro de su cuerpo stop Phillip Roth - Antonio Lobo Antunes - Harry Mulisch y la cuarta de la "terna": Margaret Atwood stop

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