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15.10.09

Houellebecq: ampliación del campo de batalla

Revisito las novelas de Michel Houellebecq, surfeo por sus páginas, entre el olor a francés desprovisto de interés por contradecir el odioso clisé del varón que trae el baguette debajo de su brazo sin lavar y perfumado de comino, ajo, herbes de provence.

Los personajes de sus novelas dejan siempre muy en claro su vocación de voyeurs, sea en la comuna naturista de Las partículas elementales, sea en el viaje a Tailandia del protagonista de Plataforma. Otro tema repetitivo es su interés por las mulatas cubanas, en Plataforma hay una escena en donde la mucama del hotel cubano, convenientemente desprovista de ropa interior, no tiene reparos en participar en un menage a trois (al fin de cuentas son franceses) con el protagonista y su novia. Su prosa es renca, vibrantemente renca y desinteresada en los avatares con los que algunos acompañan sus propuestas literarias. Houellebecq es un autor que no duda en detallar el cuerpo de las mujeres, en describir, desprovisto de cualquier empañamiento lírico, todos sus pliegues menos intrínsecos y formales; la descripción de la labia de un personaje en Las partículas elementales es clásica, en este caso una particularidad ginecológica de la mujer actua como un adjetivo calificando a todo el personaje, tildándolo de vieja y decadente, por esa condición anátomica que el personaje deja ver mientras se ducha en los baños públicos de la comuna naturista que el protagonista ha escogido para pasar sus vacaciones de verano y solazarse con la contemplación de mujeres desnudas. Todas las féminas de sus novelas son muy cosas, objetos desechables en los que es difícil vislumbrar algún rastro de esa misma dignidad humana que el narrador desprecia por improbable en todas sus novelas. En Las particulas elementales, la novela que lo llevó a la fama, todos los personajes femeninos mueren trágicamente, algunos hasta de una manera sádica. Michel Houellebecq es de esos autores que disfruta no disfrutando, más que un quejido, un grito de angustia, él es una expresión de tedio, de irresoluta pérdida. La nueva novela: La posibilidad de una isla, que llegará pronto a Costa Rica de la mano del gigante Alfaguara, le ha terminado de colocar en las tablas del escenario del protagonismo y continua alimentando el interés del mercado y, sobre todo, de los intelectuales estadounidenses y británicos, quienes inspirados comentan en sus cocktail parties, en sus soirees literarias sobre “that trendy french writer”, y cuentan las páginas que deben pasar en la versión en inglés de su nueva novela La posibilidad de una isla, antes de que se mencione el primer organo sexual femenino. Como escribe Alfonso Chacón en su muy ilustrado y recomendado blog: Más al sur (www. masalsur.blogspot.com) “Houellebecq será un fenómeno, pero no creo sinceramente que sea el mejor escritor francés”. No, ciertamente no lo es, es solo un escritor que dibuja con una paleta propia y desde una perspectiva muy francesa su visión del mundo actual tan cercano a la decrepitud moral. Nada más que eso. O quizás sea solo un granuja que logró embaucar con sus cuentos a medio mundo mientras despreocupado y añejo camina en camiseta, calzoncillos, con un cigarrillo sin filtro y una taza de café por el glamoroso desfile del mundo literario contemporáneo.

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