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25.9.06

El elusivo oficio

Disfruto con los versos de De Moraes, Cernuda, Girondo, Pessoa, Borges y tantos otros. Pero, la poesía me es ajena, la veo como una de esa mujeres emperifolladas (una palabra formada por dos vocablos que juntos dicen algo y uno de ellos por separado también) que pasan apresuradas a la par y que me limito a ver con mis ojos cartógrafos de satélite espía mientras me cohiben y me dejan pálido. La poesía, casi como lo hace la mujer que pasa esparciendo su aroma L’Occitane por el pasillo corporativo o el del supermercado, me agarra con intenciones no confesas de estrangular el par de mis ortodoxias masculinas y me deja quieto y pequeñito, callado y pensativo, con ánimos de no hacer ruido. Por eso no escribo poesía. Ni lo intento. Por eso y porque soy muy malo en el oficio.


Compañera de celda. (Fragmento)
De Ana Merino, española.

No me obligues a vivir
como si cada instante
fuese la tarea acumulada
que dejamos para el último minuto.

Si quieres ser mi cuerpo
no me robes la calma
ni la penumbra de la tarde
que nace tras la bruma
de un bosque encantado.

He huido tantas veces de ti,
Pero siempre estás a mi lado.
Tus rodillas y mi forma de llorar,
tus manos y mi sudor,
tus ojos y mi mirada.

No me obligues a vivir
pensando que no tienes ganas
de hacerte vieja conmigo,
que existo en ti por inercia,
que no te importa que me duela
saberte tan frágil.

19.9.06

Desmentidos


Festival de formas y colores con las orquídeas del bosque tropical lluvioso de Costa Rica: una góngora armeniaca y una guarianthe bowringiana (morada).


A las orquídeas que tengo en casa les ha dado últimamente por desmentir con la airada elocuencia de sus frenéticos colores aquel viejo paradigma que decía que de mi mano, la santa, sólo salían los encantamientos que convertían a los peces en pan, al vino en agua, a las poesías en chismes.

12.9.06

Ricardo Martin es de verdad

Asiste Ricardo Martin junto con otras personas a la fiesta de cumpleaños de su amigo Ernesto Sábato, la velada transcurre sin mayores novedades, era un encuentro entre amigos conversando sobre lo que más les apasiona: la literatura. Todo sin mayor novedad excepto por la poca ortodoxia del lugar donde la reunión transcurre: la página 447 de “Abaddón, el exterminador”, la novela ya clásica de Ernesto Sábato.

Ricardo Martin es, sin embargo, real; para más señas desde hace más de veinte años habita en esa ciudad, sólo un poco menos ficticia que las que se pueden encontrar en la literatura o en un duermevela febril de Escher, que es por ratos San José. Saca Ricardo del pozo de su talento, de su contacto y aprendizaje con Sábato en su natal Argentina, el agua para darle a los sedientos por aprender técnicas para contar historias de una manera literaria. En su Taller de Técnicas Narrativas, con mucha alegría enseña a quien quiera aprender recursos para contar las historias que de la caja negra interior de cada uno puedan salir. Ricardo profiere los talleres en distintas días y lugares de la capital costarricense (tanto al este como al oeste de la ciudad), para mayores informes pueden llamarlo al teléfono 296-2047 , y al inscribirse si le dicen que lo vieron en “Abaddón” les regala un siempre muy útil borrador de tinta de lapicero.“Los cuentos que me mandáste los encuentro muy borgeanos, supongo que estarás pasando por una crisis existencial”, le dice Sábato con esa legendaria franqueza que se le atribuye, en una carta de hace un tiempo. El cuento que transcribo a continuación puede servir para juzgar (por aproximación borgeana) si Ricardo está atravesando por alguna crisis como en su momento le indicó su amigo Ernesto Sábato.

De su libro de próxima aparición: “El día que me leás”.

Iban ensangrentados por el campo.

Iban por el campo ensangrentado. Cinco de la mañana. Iban ensangrentados por el campo.Tres eran.
-¿Usted mató al coronel?
-No mucho. El otro callaba. El primero tenía bigotes, el segundo tenía hambre, el tercero tenía silencio. Bigotes, a Hambre:-¿ Por qué calla ése? Hambre, a Silencio:- Sí ¿por qué calla usted? Silencio se puso el índice sobre los labios ¡Shh! Y se arrojó cuerpo a tierra. ¡Cállense!Los pajaritos habían dejado de piar, habían dejado los árboles, habían dejado presagios.Las bombas llegaron. Hambre en trocitos, Bigotes en trocitos, Silencio en trocitos.En otro lugar acaso etéreo, Silencio -muy fastidiado- le pide al Señor de las Llaves y la Barba una entrevista urgente con Dios. San Pedro mira para otro lado:- No está.

5.9.06

Las papas de Groenlandia
















El abuelo de Ferdinand era cazador, su padre pastor; ahora él es agricultor. Gracias al calentamiento del Planeta, el hielo de Groenlandia se derrite.

Un estupendo reportaje en Der Spiegel: http://service.spiegel.de/cache/international/spiegel/0,1518,434378,00.html