Un Reality Park en Costa Rica
En mi opinión el Mall más completo de San José ( y por mucho) es Multiplaza del Este. Es el único que tiene adjunto al parqueo un “Reality park” ( esto es un concepto nuevo que los avispados desarrolladores urbanísticos han empezado, por lo visto, a extender por todo el orbe).
Hace unas semanas cuando volvía al carro con mis hijos (estaba parqueado junto a la malla en el lado sur), los señores del Mall tenían el “Reality park” encendido: al otro lado de la malla y de la loma se escuchaban voces ahogadas muy parecidas a voces de niños, las luces de canfineras iluminaban algo similar a covachas, -las sombras de alguna de éstas esclarecidas por la luz de la luna se proyectaban desvencijadas entre los matorrales-, ruidos fragmentados de radios encendidos, el grito agudo de alguna mujer llamando posiblemente a su hijo, el llanto imperativo de un bebé reclamando la paz líquida y momentánea que mana de una teta.
Era todo un fragor de supervivencia que si uno ponía un poco de atención, si uno tomaba un minuto para procesar todas las señales, para ponerlas en un contexto más propicio para la deducción se podía jurar que ahí mismo, ahí a unos metros de la malla, al otro lado del cerro, a menos de cien metros de la Tienda Adidas, de la Tienda de los bolsos de monitos, del Consultorio de pierda peso y no pregunte cómo, había un grupo de personas viviendo o malviviendo en chozas de cartón; ahí tan cerca de los cines olorosos a popcorn y a queso postizo para nachos que para entonces mostraban “La Guerra de los Mundos” y otra serie de churros de nombre inaprendible.
Spielberg siempre tan hiperbólico, tan dado a exagerar, a demostrar en Technicolor –si ya sé que ese estándar está superado, pero no recuerdo el nombre del actual- sus recursos técnicos. Unos días antes casi compro el tiquete para verla hasta que recordé que Katie Holmes actua de novia de Tom Cruise, pero no en esta película, sino en la otra la menos real que es su vida pública, o sea que la película estaba desprovista de los mohines y las muequitas de la trigueña de Dawson’s Creek; solo para no hacer muy corta la digresión los informo a los admiradores de Katie que en otra película basada en la novela de Michael Chabon aparece (según dicen) descalza de la cintura para arriba, pero eso es tema para otro día. Claro si esto fuera The New Yorker me hubieran obligado a poner la foto de la Holmes topless, sólo por documentar correctamente la “entry”, pero, como por ahora este Blogspot no me está dejando subir fotos, y también porque existe la posibilidad de que algunas de las pocas personas cuyas regañadas aún me afectan puedan verme a mí poniendo estas fotos, me veo obligado (vaya buen "provocador" que resulté) a dejar la foto de Katie archivada queditica en C: MyPictures; entiendan además esto (el problema técnico de Blogspot) , como mi excusa por la falta de fotos en los últimos entries.
Fin de la digresión vuelvo al parqueo de Multiplaza del Este: era como si en esa ladera al otro lado de la malla pudieran acomodarse tantas chozas como la ilusión y los efectos especiales (ven esa es la influencia de Spielberg) nos quieren hacer creer, como si uno no supiera todo lo que son capaces de inventar los de mercadeo con tal de que uno visite un lugar y entre en el estado de ánimo necesario para explayarse en el uso liberal de la tarjeta de crédito, como si uno no entendiera de esas cosas del marketing (hay o deben haber profesores universitarios en San José, en La Haya, en Ithaca, que pueden atestiguar que yo asistí a sus clases, tal vez ellos me recuerden más de lo que yo los recuerde a ellos). Antes de subir al carro mis hijos se toman también unos segundos para escuchar los efectos especiales del “Reality Park”, que Dios los acompañe ahora con las lluvias, me dice Mauricio, el mayor, hay que perdonar su ingenuidad es que él no ha recibido ningún entrenamiento formal en Mercadeo.